martes, 6 de agosto de 2013

De los tiempos del desamor y de su fatal estupidez.

No se precisamente como se escribe una historia, pero en la universidad nos dicen que un ensayo se escribe a partir de una pregunta problema. Eso en una facultad de ciencias humanas es muy fácil, porque es posible problematizar absolutamente todo lo que a la vida humana respecta, y eso es prácticamente todo. Si este fuera un ensayo supongo que la pregunta para desarrollarlo sería la que surge frente a la duración de las posteriores reflexiones a un “amor fallido”.
Habían muchas cosas sobre las que ella era consiente, la primera es que si, ya había pasado más de un año, la segunda, es que este personaje era el ser menos digno de ser pensado por más de cinco minutos al día, y que esto último era la principal razón por la que no lo nombrara más a menudo. Su sentimiento frente a él era cualquier otro que el de “amor”, aún y cuando hablarlo y pensarlo podría suscitar en su mal educada conciencia ese consolador sentimiento de ser tan esplendido para que ella aún no pudiera sacarlo de su sistema. Pero era en verdad una necesidad en ella el de decirle, y aclararle las condiciones sobre las que ella sentía que era superior a él, y claramente era una necesidad que se sostenía sobre su orgullo, ese que no veía ella como defecto, si alguien podría decirlo mejor sería el mismísimo Mr. Darcy, quién acertadamente pensaba que el orgullo no era defecto siempre y cuando se basara en una superioridad de espíritu e intelecto. De las mil formas que pudo pensarlo, resolvía siempre que lo que quería era confrontarlo, no cara a cara, para qué hacer este complicado gesto frente a alguien que no podría adornarla con decorosa presencia, quería más bien hablar por él, escribirle, porque así podría volver a leerla, si algo de buen sentido tenía, pues sería por mucho de las más edificadoras lecturas que podría el realizar, ya hace mucho había dejado claro que su inclinación hacia los libros es una mera pantalla que dice desear tener, como reconociendo que es ese un buen sentido para la vida, pero que tenía también muchas excusas que creía eran muy legítimas que lo disculpaban de no recurrir a ellos con más frecuencia, o con frecuencia alguna. De ser realizada esta resolución era claro que de sus palabras, las de ella, el solo podría pensar que era un enamoramiento que no había sido superado, entonces pensó mejor en una carta, sin la interlocución y la retroalimentación que podría brindar él.
Ya sabiendo que el mejor proceder, aparte de, obviamente, no proceder, era el de escribirle una carta pensaba ahora en el contenido. Por un lado la intención de la carta, despedirse es como pensar que eso no se había hecho ya, como para “cerrar un ciclo”, pero que cursi suena, y en verdad, sería también decirle que hay algo que dejó él pendiente en ella; si era honesta el único sentido de la carta era exponerle todas las razones por las cuales era él el último ser en el mundo que podría de alguna forma corresponderle a ella, o pretenderle en algún sentido, y expresarle todo el fastidio que le producía la idea de saber que alguien como el habitaba este planeta. Sí, es verdad, todos creerán, en sus tan profundas reflexiones Freudianas, psicoanalíticas, que este fastidio solo puede representar un montón de sentimientos que en verdad solo significan todo el cariño que aún existe, y bueno, todos esos también la cargan a ella, porque esa grandísima conclusión y conjetura solo puede significar que la rabia, y el fastidio no existen por sí solos, y que admiten que esa grandiosa premisa católica, cristiana, de que “todo es amor”. Resulta para mí que es tan legítimo el amor como el odio, y dentro de eso, todos los “malos” sentimientos de la humanidad. Teniendo claro el tema, y para no dejar nada de lado, fue necesario que empezara a recordarse en lista cada cosa que quería dejarle claro. En primer lugar era necesario que entendiera que él no fue una perdida para su vida, puesto que nunca, nunca, fue ganancia alguna. El haberse portado bien no implica el haber aportado nada a su vida, a la larga, era un devoto de los más corruptos seres del país, completamente arraigado a la retrograda idea de la caballerosidad como un valor, y convencido de que el mundo debería estar a la orden de la moral, y ahí, en esas cosas no había nada de lo que ella pudiera aprender, y no, estaba decidida a que la paciencia solo le significaba la resignación a los más estúpidos seres del mundo, entonces no pensaba que aprender a ser paciente era una cualidad o algo que ella pudo haber aprendido de su compañía. Para hacerle entender esto tendría que acudir a otros asuntos que solo reafirmarían este. Tendría que decirle que de ninguna forma el conformarse con vivir resignadamente la vida que le había tocado era una cualidad, pues no le tocaba, solo decidió muchas cosas para que pareciera ser resto así; que no haberle reclamado a su papá por una buena educación, y más bien haber aceptado todo el maltrato que este ejerció hacia él, y no de forma explícita, sino todas esas veces que lo obligó a trabajar para él, todo lo que no le reconoció, las veces que pasó por encima de él, bueno, eso no lo hacía el mejor de los hijos, sino el más pendejo de todos; que no reclamarse su tiempo cuando no estaba trabajando para estudiar algo que no quería, no hacía parte de un más grandioso plan para algún día ganar lo suficiente para sí poder estudiar, pues estos estudios que hasta ahora había realizado no lo habían llevado a ningún lado, porque de nuevo dejaba que todos dispusieran de su tiempo, y eso no lo hacía la más noble de las personas, lo hacía una persona falta de respeto hacia sí mismo; que pensar que en verdad su cariño estaba allá afuera en alguna mujer, bueno, eso solo demostraba de nuevo que en verdad no era una persona de valor, pues no pensaba construirse una amor o una relación diferente a la que había precariamente aprendido en las novelas que veía y en las malísimas películas que pretendía ver por su “cinefilia”; y por último quería que le quedara muy claro que su mojigatez no era otra cosa sino la mayor hipocresía que podía expresar su ser, pues en verdad la prolongada espera a copular con cualquier mujer no fue sobre la base del profundo respeto hacia el sexo débil, era simplemente la dificultad que para alguien como él resultaba llevar a la cama o dejarse llevar a la cama por alguien, y que ella sabía muy bien que el haber estado con él en su primera vez no había sido un profundo acto de cario, había sido su “por fin” y no guardaba ella en el recuerdo de eso ningún grandioso sentimiento de ser la portadora de su virginidad, no era sino otro sentimiento de haberse acostado con alguien, y aunque podría reconocerle que en verdad disfrutó de su compañía pues nunca se la había presentado así el sexo, ese sería demasiada verdad para una persona con la que mejor jamás debió haber estado. Dejando sus pocas cualidades en evidencia quería recalcarle que por ningún motivo podría él creer que cualquier mujer, con la que pueda compartir de ahora en adelante, puede ser al menos la mitad de mujer completa que ella, pues estaba convencida que su forma de pensar solo lo llevaría a estas sumisas mujeres, convencidas del tradicional y ordinario amor romántico, que harán de él el motor de sus vidas, y a quienes magnificará por no poseer ningún título académico y laborar en un puesto de mala paga para mantener a sus papás, y no porque sea esto en sí mismo un defecto debería develar la forma descarada en la que se mentirá, sino porque ninguna mujer que no espere de sí misma más de lo que la sociedad espera de ellas, no es una mujer que valga la mitad que ella. Quiere dejarle claro que no estará con nadie la mitad de inteligente, de interesante y de valiosa como ella, porque está claro que cualquier mujer así lo espantaría sobre la idea de no necesitar medularmente de él, como ella misma le demostró, y que con ese convencimiento se compadece de su propia historia, pues sabrá que jamás será digna de entrar en ningún libro de historia de los que él admiraba, pues alguien tan ordinario como él que solo puede recordarla como una retadora, como difícil, como un reto que nunca quiso afrontar no tiene historia alguna que contar, pues la facilidad con la que se pierde en las estadísticas y en las generalidades es aún mayor que la facilidad de perder una aguja en un pajar. El último punto a aclarar, es el que más complicado parece ser, y es en el que se evaluará la idea del tiempo que ha transcurrido desde que él había tan acertadamente decidir aplicar lo poco orgulloso que eran en alejarse de ella, porque aunque es más de un año, no significa bajo ninguna circunstancia que ella haya pensado en el tantísimo tiempo con ganas de tenerlo cerca, y que no albergaba ninguna esperanza de volver a su lado. Como Wickham, el señor de buenos modales que alguna vez convenció de no ser de ninguna forma peligroso frente a los planes de pasarla bien, de ella, era simplemente el más ordinario de los seres, y esto, esto le pesaba a ella, aún y en tanto tiempo, en el haber compartido tanto de sí a él, pues de ninguna forma querría que se le asociara con tan despreciable persona, persona que creía que ella no valía apenas lo que esas otras amantes que él tuvo valen.
EL proceder ahora sabiendo todo lo que quiere decirle, simplemente no se llevará a cabo, pues el único sentido sería hacerlo para sacarlo de su vida, pero entonces también podría ella morir ante la curiosidad tan grande que le generaría su respuesta, y sabrá que no creerá ninguna de las palabras, he inclusive podría intentar salvar el honor de su pareja actual. Creo que ella, y todos, están empezando a notar que todas sus historias están condenadas a no suceder. Es verdad, no todas, solo aquellas que se cuecen a media noche en su habitación de luz tenue, pues aunque parecen ser esta las más emocionantes, en verdad siente que su juicio está cegado, no porque todo lo que quiera hacer, y en este caso, todo lo que aquí ha expresado, no sea resultado de su total convencimiento, sino porque en las noches se le olvida que la gente no va a reaccionar de alguna otra forma más memorable que la usual.
Es acaso un año suficiente para en verdad lamentar todo lo que una persona puede dañar la intachable conducta y elección de amistades de otra, o cuánto tiempo es legítimo para encargarse expiar de todo rastro de mal juicio el alma, la imagen, y los imaginarios del mundo cercano.

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